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Tanabata, el festival de las estrellas en Japón

Asia Oriental siempre ha sido una zona rodeada de miles de leyendas y hoy hablaremos en concreto de una, proveniente de China, que da pie a la festividad del siete de julio, el festival de las estrellas, más conocido en Japón como Tanabata.
Hace muchos años, en el cielo vivía una mujer llamada Orihime, la hija del rey del cielo, Tenkou. Esta se encargaba de hacer los trajes de los dioses y, como adoraba tejer, se pasaba horas y horas haciendo su labor. Finalmente, su padre empezó a preocuparse tanto por su felicidad, que al final buscó un hombre para ella. Se llamaba Kengyu y era un pastor de bueyes. Acabaron enamorándose perdidamente el uno del otro hasta que al final empezaron a dejar de lado sus labores. Los dioses empezaron a quedarse sin vestimenta y los bueyes acabaron realizando tal destrozo en el cielo, que Tenkou tuvo que remediarlo tajantemente. Acabó separándoles por el río amonogawa, cada uno en un extremo del río, para que volvieran a trabajar. Sin embargo, era tal la tristeza que sentían, que el padre, compadeciéndose de ellos, les concedió una noche al año para que los amantes pudieran estar juntos. El día siete de julio, los cuervos despliegan sus alas realizando un puente para que ambos se encuentren. Se dice que la felicidad que emanan ese día es tal, que incluso conceden deseos.
Por eso, en la actualidad, ese día la gente pide deseos escribiéndolos en unos papelitos de colores que se atan en las ramas del bambú. Antes los colores eran los cinco que representaban la naturaleza pero actualmente, se utiliza cualquier papel de color.
​Una excavación en China encuentra juguetes sexuales de 2.000 años

Excavaciones entre 1995 y 2011 alrededor de la provincia de Jiangsu, cerca de la actual Shangai, exploró varias tumbas de aristócratas de la zona de 2.000 años de edad, de élite adinerada y de la nobleza. Entre los botines había arte y objetos cotidianos, como vasos y cerámicas, pero también consoladores de bronce y tapones anales de jade.
El jade era un material muy venerado por entonces. Prácticamente no tiene valor por el material en sí, pero se creía que su pureza y su belleza evitaba el deterioro espiritual y corporal. Este material se creó para usar “trajes de muerte” para vestir los cuerpos de los más ricos cuando fallecían, cubiertos por cientos de tejas de este material cosidos con hilos de oro. Los embalsamadores utilizaban dichos tapones anales para evitar que “se perdiera las esencias evitales del cuerpo”.
“Los tapones de jade se utilizaban para sellar el cuero y mantener sus esencias vitales y evitar fugas en el proceso de la vida a la muerte”, afirma Han Zhang, comisario de la exploración, en declaraciones a IFLScience. “Básicamente, se trataba de mantener el chi. El orificio más importante era la boca, que también se taponaba”.
Fuera del ámbito fúnebre, la excavación también reveló que la dinastía Han contaba con objetos huecos con forma de falo donde los varones introducían el pene durante el acto sexual para dar más placer. Junto con ellos encontraron vasos de vino, mostrando que por entonces se montaban buenas fiestas.
“Los consoladores de bronce, aunque no sean un hallazgo extraordinario, aún nos siguen sorprendiendo, ya que sólo se encuentran en las tumbas de las personas que por entonces formaban la élite”, afirma Han Zhang. “Todos estaban hechos a medida, y luego podían ser sujetos con gomas de cuero o de seda, aunque queda la duda de si fueron ideados por los hombres o por las mujeres”.

Poveglia: la isla de los muertos

Poveglia es una pequeña isla situada en el Laguna de Venecia marcada por historias tan tristes como espeluznantes. También es conocida como La isla de no retorno o La isla de los muertos, pues los que allí fueron confinados nunca volvieron. Ni siquiera sus cuerpos sin vida. De hecho, actualmente, el oleaje todavía arrastra restos humanos carbonizados. La visita a este lugar está prohibida y no hay barcos que zarpen hacia sus costas. De todas formas, la mayoría de la gente no se atreve a visitarla… a continuación te contamos porqué.
A comienzos del Renacimiento (XIV), Europa sufrió la peor pandemia de la historia de la humanidad, la peste negra bubónica. En Venecia, un lugar muy húmedo y con un constante va y ven de mercaderes, la peste fue especialmente devastadora. Las calles de la ciudad estaban repletas de grandes pilas de cadáveres que invadían el ambiente de olor a muerte y a putrefacción. El número de víctimas crecía a un ritmo frenético y el espacio se quedaba cada vez más pequeño.
Ante tal panorama, las autoridades de la ciudad y el clero decidieron tomar la siguiente medida: trasladar los cadáveres a la isla de Poveglia. Y no solo los cadáveres. Cualquier sospechoso de haber contraído la peste era puesto en cuarentena en la isla. Unas veces eran quemados vivos, mientras que otras eran abandonados a su suerte entre las pilas de cadáveres. Se dice que desde la ciudad de Venecia podían oírse los lamentos de los enfermos agonizantes. Cada día llegaban 500 víctimas a la isla, donde en pocos años fallecieron más de 160.000 personas. Durante los siglos y epidemias posteriores, se siguió utilizando como cementerio y crematorio, de ahí su apodo de La isla de los muertos.

En el año 1922 construyeron un psiquiátrico. Como era de esperar, el destino de los nuevos “inquilinos” no fue mucho mejor que el de los afectados de peste bubónica. Sin anestesia y con herramientas tan rudimentarias como taladros de mano, cinceles y martillos, los médicos psiquiatras ensayaban sus escalofriantes “técnicas de curación” con los enfermos mentales.
Después de muchos años, el director de la clínica empezó a enloquecer. Como si de una venganza se tratara, veía y oía a los espíritus de aquellos que habían muerto torturados en sus manos. Un buen día subió a la torre del campanario y saltó. Aquel acontecimiento fue el final del psiquiátrico, que paso a ser propiedad del estado. Según las leyendas locales, el espíritu del médico sigue entre los ladrillos del campanario y algunas noches se escucha el repicar de la campana en toda la bahía.
Actualmente, el 50% del suelo superficial de la isla está compuesto por cenizas y restos humanos y el oleaje aún arrastra hasta la orilla restos humanos carbonizados. Con razón, es uno de los destinos favoritos de los amantes de los fenómenos paranormales, que acuden de forma totalmente clandestina con la esperanza de ver u oír fantasmas. Los locales de la ciudad de Venecia cuentan que, por los pasillos del antiguo hospital en ruinas, se ven sombras en movimiento y se oyen los gritos y gemidos de los torturados.
Cuando el hospital cerró, la isla permaneció abandonada durante un periodo de 50 años. Luego,el 7 de mayo del 2014, se subastó a través de Internet. Un empresario italiano, Luigi Brugnaro, firmó un contrato de arrendamiento de la isla durante 99 años, con la intención de desarrollar algún servicio de uso público. Ahora, lo único que se sabe, es que la compañía Young Architects ha puesto en marcha un concurso invitando a arquitectos a presentar ideas para un campus universitario en Poveglia.
El hospital pronto será derribado, sin embargo, de vez cuando, el oleaje seguirá trayendo el recuerdo de aquellos que nunca volvieron.